1.
Fiebre de sábado por la noche
Cuando la
noche cae, cae oscura y pesada y hasta a veces traicionera. Con sabor a poco y
un par de pies en remojo con la absurda realidad disuelta en el agua con sal de
la palangana.
Para sacar
esos pies inconclusos, ansiosos de suelo, de pasto, de pista de baile, tan
hastiados de la otra cosa, no hay receta mejor que ninguna. Ninguna. Sacalos, y
punto. Caminá.
2.
La otra cosa
Vos caminá.
Salí a la calle, a la vereda, y caminá. Olvidate de dónde estás, de la ropa sin
lavar, del gato que no comió, o de que no te bañaste. No importa el sabor que
tengas en los labios, no importa a dónde vas. Vos caminá.
Para
caminar, que dentro de todo es algo sencillo, no precisás mucho. Dos piernas.
Dos pies. Y un cerebro pensador. No importa otra cosa acá, vos pensás
‘caminar’, y es como una orden inmediata que surge de algún rincón dentro tuyo
y cuando te das cuenta ya estabas avanzando. A paso lento y perezoso, o no. Tal
vez a paso rapidito. Pero avanzás. Te alejás de toda la otra cosa.
Qué astuta
la mente humana.
3.
Música, por favor
Es necesario
atravesar un par de esquinas. Pero con moderación, no sea cosa que camines en
círculos y te pierdas y te pierdas y te pierdas y termines en el ningún lado de
la rutina.
Y música,
por favor. Vos elegís una buena canción y el resto ya es como nada. Fluye
fluidamente en la fluidez de la melodía.
El universo
paralelo de los autos contaminadores de ambiente es cosa aparte. No mires jamás
a ambos lados de la calle antes de cruzar, eso es un mito. Y no seas como la
gallina. No cruces la calle sólo para llegar al otro lado. Si así va a ser,
quedate donde estás.
4.
Let it be
Dejá todo
atrás. El silencio, la bronca, esa mina que te miró mal. Incluso el sonido
cálido y rugoso de tus pasos en el asfalto desafaltado de las callecitas
hipócritas que una vez te llevaron a la perdición. Olvidá el sonido de tu
respiración nerviosa, de película. El sonido del roce en la entrepierna de tus
jeans gastados y ajustados a las ligeramente excedidas piernas.
No te
quejes. ¡A tantos lados te habrán llevado!
Dejá en paz
al reloj, fijándote la hora cada 5 segundos. No va a llamar nadie.
Dejá en paz
al tiempo, esa horca sutil que cada día se nos ajusta más al cuello.
Dejá. Dejalo
ser.
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