Color my life with the chaos of trouble.


24 may 2013

Puntos de fuga

¿Nunca se preguntaron por qué aparece ese brillo en los ojos de las personas cuando están enamoradas?
Yo si. Lo noté mirándome por el espejo retrovisor del auto una mañana, después de haber tenido un sueño que no viene al caso. Casi atropello a un par de peatones y estampo el auto contra un semáforo; así que después de los insultos y la vergüenza decidí escribir esto porque tengo motivos suficientes.
¿Por qué nos brillan los ojos? Será el alma, que se nos quiere salir del cuerpo, y abrazarse a esa ilusión en carne y hueso, y no soltarla nunca más. Juntarse con esa otra alma, con ese otro espejo retrovisor.
El brillo en los ojos es el alma, viva, golpeando las ventanas, queriendo escapársenos de adentro. Y no hablo solo del amor común de las parejas; porque la palabra amor es demasiado inminente como para limitarla solamente a los clichés. Hablo del amor universal. Ese amor que sobresale ante la admiración, ante el esplendor, ante lo nunca antes visto y adorado. El ser humano está tan acostumbrado a la miseria, que cuando sucede algo inesperado y encantador, nuestro limitado coeficiente no es capaz de procesarlo. Entonces ahí es cuando pasa, el alma se nos quiere escapar otra vez, porque ella si entiende lo que está pasando y quiere ser parte, con todas sus fuerzas. Pero está encerrada y solo se choca contra los dos cristales haciéndolos brillar, y hasta a veces se logra escurrir entre las rendijas de las ventanas y eso es lo que nosotros llamamos llorar: el alma fugándose por nuestros ojos. Por eso las mujeres lloran más que los hombres. Tienen un alma más libre, más etérea, que se las rebusca y a pesar de toda opresión sabe abrazarse a esa libertad fugáz de dos instantes y medio.
Algunos hombres, en cambio, tienen las ventanas blindadas, y en la primera de cambio que el alma pide salir, les ponen la traba. Por eso yo digo que los hombres que lloran son incluso mucho más hombres que cualquiera; porque se atreven a la libertad. Y el resto, son simples cobardes.
No obstante, seguí pensando y llegué a otra conclusión para otra rama más en este árbol de letras. Las palabras. Ellas son la gloria y el infierno del alma. Con la misma arma se embellece y se destruye a la misma en cuestión de segundos. En cambio el cuerpo, que es algo físico, se hiere también con algo físico. Con los mismos cuerpos que a uno lo rodean. Esos que, en el acto más cruel que el mundo conoce como violencia y al que yo le llamo de ninguna forma porque no tiene nombre, toman por propia mano decisiones fuera de sí.
Por eso, es mentira que el alma está cubierta. El cuerpo, que es efímero ante todo, y con un puñal queda tendido, no puede proteger un alma. Aunque está esta encerrada, vive despojada de toda armadura. Porque el puñal atraviesa la carne, pero las palabras penetran el corazón atravesando todo el cuerpo y clavándose para siempre en el alma. Y es incluso mucho más cruel, porque el alma no puede morir. Pero la agonía puede durar lo que uno se permita. Si no nos dejamos llorar, si no gritamos, si no decimos. La voz, el llanto, las cosas transparentes son las fugas del alma, la cual puede escurrirse invisible.
La gente que no puede llorar tiene el alma encerrada en un huracán interno. La gente que no canta, ya sea en la ducha, o abrazada a una guitarra, difícilmente será la misma gente que corra tras los colectivos o agarre la última masita fina de la bandeja y la muerda con una sonrisa.

2 comentarios:

  1. Que los ojos nunca dejen de brillar!
    te amo :)

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  2. Fio, Me encantó, te felicito... :) Ojalá más gente lo leyera.... de nuevo, te felicito (:

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